El instante de ocupar una función pública en una de las instituciones del Estado dominicano me llegó a mí, el poder legislativo me seleccionó como segundo suplente del Defensor del pueblo.

La vida nos sitúa en diferentes instantes en sitios y espacio de colaboración que nos ponen a prueba y nos otorgan la posibilidad de mostrar si en realidad estamos en capacidad de poner en funcionamiento lo que consideramos o mencionamos, si las palabras les otorgan honor a los hechos.

Aceptar con responsabilidad el manejo de una funcionalidad pública, nos posibilita enseñar la esencia de lo que en verdad somos, nos da la posibilidad de hacer lo que frecuentemente predicamos en los salones, en los pasillos universitarios, en programas de radio y televisión o los discursos de campaña.

Hay personas que se pasan la vida predicando una filosofía moralista y exigiéndoles a otros el cumplimiento de sus obligaciones basados en valores éticos y morales, no obstante, una vez que les toca regir o guiar instituciones públicas, trabajan opuesto a sus prédicas llenando de frustración a quienes confiaron en ellos.

Miguel Puello,  segundo suplente del Defensor del pueblo

A lo largo del ejercicio de mi colaboración en la lucha por el logro de reivindicaciones y por el establecimiento de un sistema de justicia y confort para todos los dominicanos, he compartido con figuras de renombre que en el pasado se ganaron un óptimo liderazgo y el reconocimiento personal por la prédica en favor del establecimiento de un marco de prevención y batalla contra la corrupción. Empero en los hechos han demostrado que cuando les tocó llevar a cabo lo cual habían prometido, fueron señalados como corruptos.

Es el instante de ocupar una función pública como segundo suplente del Defensor del pueblo. Ahora es el instante de demostrar si mis prédicas a mi familia, a mis alumnos, a mis amigos, a la sociedad y mi comportamiento se corresponden con la filosofía que yo he predicado.

Varias personas que me expresan aprecio, respeto y afectos, que conocen de mi postura frente a una serie de  situaciones que se dan a lo interno del Defensor del Pueblo, me recomendaron que me estuviera tranquilo. Que lo dejara que él se sancochara en su propia salsa, que solo a él lo evaluarían por su inadecuado comportamiento.

Sin embargo, aquel tipo de comportamiento choca con mi yo interior, no aprendí a hacer poses, no sé cómo hacerme de la vista gorda ante las cosas con que no concuerdo. Ya que de realizarlo podría ser cómplice por acción o por omisión.

Cómo me puedo mantener tranquilo si el amigo Pablo Ulloa a lo largo de todo un año de administración no ha convocado una sola junta con los burócratas que el legislador le confió la responsabilidad de guiar al Defensor del Pueblo (El titular como máxima figura del defensor del pueblo, los dos Adjuntos y los dos Suplentes).

No nos hemos reunido

Es penoso que una organización llamada a asegurar que los burócratas públicos apliquen una sana y práctica gestión pública a un año de administración jamás nos hemos reunido:

a) Para recibir un informe sobre los activos y pasivos de la administración que encabezó la Dra. Zoila Martínez.

b) Que a esta altura los burócratas electos escogidos y juramentados por el poder legislativo no sepamos cuál es la situación económica del Defensor del Pueblo.

c) Que jamás hemos sido consultados y mucho menos informados del número de empleados fijos, empleados por contratos y para qué son contratados.

d) Del nombramiento de asesores y saber qué, y a quién asesoran.

e) La realización de distintas actividades con la colaboración de delegaciones de todo el mundo, cubriéndoles todos los costos (Pasajes aéreos, hoteles, etcétera.)

Una vez que decidimos guardar silencio ante situaciones como estas, la no acción, el no proceder o beneficiar lo que no es conveniente, no solo somos cómplices, somos partícipes de hechos que contravienen con los principios éticos y morales.

Hacer continuamente lo correcto es una cualidad de las personas. Como tal, algunas veces, quizás lo más apropiado para hacer lo correcto  es reconocer nuestras propias restricciones.

¿Quién supervisa?

Si el Defensor del Pueblo está facultado para examinar y supervisar la actividad de la gestión pública y las privadas prestadoras de servicios públicos, requiriendo su desempeño adecuado por parte de estas. La pregunta es, ¿Quién supervisa, quién vigila, quién dictamina el destino de los recursos que dispone el Protector del Pueblo? Es allí donde radica nuestra diferencia, la manera de como regir los recursos de la organización provenientes del presupuesto nacional, recursos logrados por el Estado. De los impuestos que con mucho sacrificio son pagados por los habitantes. La manera y la perspectiva en la contratación del personal de libre nombramiento y del trato que debería dispensárseles a nuestros propios ayudantes.

Diferencias con Pablo Ulloa

Mis diferencias con Pablo Ulloa son claras: él supone que el Defensor del Pueblo es unipersonal y por lo cual solo él y solamente él está facultado para dictaminar sobre las tácticas. Así como los planes de trabajo, las actividades, nombrar y anular una vez que él lo disponga a los empleados, comprometer por medio de contratos o convenios el nombre de la organización, transferir fondos de una cuenta a otra, y los otros miembros saber por los titulares de los medios de comunicación.

Sin embargo, yo entiendo que el Defensor del Pueblo , por su naturaleza, como organización protectora de los derechos humanos y los derechos fundamentes, veedora de una buena y sana gestión pública, debería ser una organización con una dirección colegiada, transparente y apegada a los principios en general de una eficiente gestión para ofrecer cumplimiento a las metas para lo que ha sido engendrada por el legislador.

Que debería ser una organización profundamente democrática, que descanse en la institucionalidad, transparente y participativa. El Defensor del Pueblo  es una organización de los ciudadanos y para los ciudadanos, yo no sé quién tiene el motivo; sin embargo, como dice el médico Jorge Luis Maiorano, ex Defensor del Pueblo de la República Argentina: “La vida es hija del tiempo”.

Fuente: Listín Diario